Bienvenido querido lector

Querido lector:

Queremos, en primer lugar, darle las gracias. Gracias por entrar en un blog abierto a la cultura, al conocimiento y al debate, porque cada día somos menos los que nos enfrentamos a los problemas con capacidad crítica y con reflexión; gracias por no encerrarse en sí mismo, en sus opiniones como verdad absoluta en esta Generación del Yo (egoista, intolerante) en la que vivimos y de compartir visiones y diálogo con otras opiniones; gracias por creer que la experiencia de la realidad, lejos de ser una fuerza maligna que se opone a nuestra felicidad, es el contenido más genuino de la vida. Porque, si en la vida no hubiera que esforzarse, nada tendría sentido. Gracias, por tanto, por compartir con nosotros esta experiencia.


Le Procope, semilla del pensamiento
Fundado en 1686 por el siciliano Francesco Procopio Dei Coitelli, el Procope fue pionero por introducir en la sociedad de París una bebida traída desde Oriente: el café. Pero el gran mérito del establecimiento no fue la introducción de tan popular brebaje, sino que el café más antiguo de Francia pasó a convertirse, como no podía ser de otro modo, en el caldo de cultivo de importantes charlas y debates intelectuales: la tertulia.

El Procope se convirtió en punto de reunión de grandes pensadores de la época: Rousseau, Voltaire, Diderot, Robespierre, Marat, d'Alembert... convirtiéndose en la cuna de las ideas de la Ilustración y de la futura Revolución Francesa. El siglo XVIII se llamó Siglo de las Luces, ya que se instaba al individuo al uso de la razón para salir de las tinieblas de la ignorancia: el lema era "atrévete a saber".

Los pensadores de la Ilustración sostenían que la razón humana podía combatir la ignorancia, la superstición y la tiranía, y construir un mundo mejor. Ideas como la separación de poderes, el sufragio universal o el progreso técnico y científico empezaron a circular por las mentes ilustradas con la idea de conseguir el último fin humano: la felicidad.

El objetivo de este blog es similar: estimular al hombre a aprender, a estudiar, a pensar por sí mismo, a usar la razón para no caer en el discurso de la ignorancia. Porque en una sociedad tan necesitada como la de nuestros días, no podemos girar la cabeza y acomodarnos en la felicidad aparente del desconocimiento. Porque la única manera de llevar a cabo una vida plena consiste en el esfuerzo por conseguir objetivos ambiciosos. Porque nuestras mayores alegrías vienen de esforzarnos por superar las dificultades de la realidad.

He aquí la razón por la que hacemos honor a tan magnífico lugar: el café Procope, protagonista en la historia de las ideas.

El Principito



Lo que embellece al mundo es invisible...

                                                                                                                   Por JLJ
(Comentario del autor: ¡Por favor! Leedlo, es un trabajo para la universidad y quiero ver que os parece. Personalmente, este libro me ha cambiado la vida. Ya no veo las cosas como antes. La profundidad con la que ve uno las cosas depende del grado de profundidad que lleve uno dentro.)


El Principito
, obra del escritor francés Antoine de Saint-Exupéry, trata de un aviador que tras caer en medio del desierto de Sahara es sorprendido por un pequeño príncipe que decidió partir del modesto asteroide donde vivía por los ruegos y exigencias de una flor. El Principito le hará ver los errores de las superficiales relaciones humanas y la falta de sentido en una sociedad llena de medios pero vacía de metas y fines. El libro es un relato corto escrito a modo de cuento para niños pero que en el fondo es una metáfora de grandes temas éticos como el amor, el placer, los hábitos, la razón, el trabajo y muchos otros, siendo el núcleo del libro la búsqueda del sentido de la vida.

La obra comienza como si fueran las memorias del aviador (“cuando yo tenía seis años…”) en las que relata que de niño quedó decepcionado por la incomprensión de sus dibujos  y que por ello se dedicó a las matemáticas, la geografía y la gramática, es decir, a lo que llamaban los mayores “cosas serias”. De este modo, aprendió a pilotar aviones lo que le permitió tratar con mucha gente seria, pero a pesar de ello afirma que siempre vivió sólo hasta que un día cayó al desierto por una avería en el motor. Fue entonces cuando conoció al Principito.

El Principito venía de un planeta muy pequeño, en concreto del asteroide B 612 descubierto por un astrónomo turco al que nadie creyó hasta que se vistió de forma elegante. El aviador destaca la incapacidad de las personas mayores para ver lo esencial de algo: sólo se imaginan algo por el precio que vale o a una persona por su peso y edad. El Principito le pide al aviador que le dibuje un cordero  y, tras varios intentos, el aviador le dibuja una caja en la que el Principito es capaz de ver su tesoro. El piloto le ofrece una cuerda para atar a su cordero pero al Principito le parece algo ridículo: “no puede ir muy lejos…”

El planeta del pequeño príncipe tenía, al igual que cualquier otro mundo, hierbas buenas y malas, y el Principito tenía que esforzarse para arrancar las que pudieran dar problemas, porque si se dejan crecer los arbustos malos darían gigantescos baobabs que destruirían el planeta: “es cuestión de disciplina”. También poseía tres volcanes que deshollinaba todos los días, dos en actividad  y otro extinguido (“pero nunca se sabe”) y una rosa nacida de una semilla de otro lugar. Esta rosa no era nada modesta pero al Principito le parecía conmovedora. Sin embargo, debido a los reproches y a los reclamos de la flor el Principito acabará cansándose de ella. En un momento dado reconocerá que no comprendía nada entonces pero se da cuenta de que era demasiado joven para saber amarla y que por eso decidió partir.

En su viaje el joven conocerá a otras personas de otros planetas: un rey razonable, un vanidoso, un borracho, un hombre de negocios, un farolero y un sabio. El Principito captará así lo extrañas que son las personas mayores. Una vez en la Tierra se encontrará con una serpiente que habla en enigmas y con un zorro que le enseñará el valor de “crear lazos”. “Lo que hace importante a tu rosa es el tiempo que tú has perdido con ella. Sólo con el corazón se puede ver bien. Lo esencial es invisible a los ojos”, le dirá.

 Finalmente se hará amigo del aviador que aprenderá de todas las historias que el joven le cuenta descubriendo la belleza de la vida. Juntos hallarán un pozo en medio del desierto y el aviador terminará de arreglar su avión, justo en el momento que el Principito decide volver a su planeta.  La serpiente volverá para terminar con la vida del Principito pero quedando su espíritu en la memoria del aviador.

Desde el primer momento el autor nos quiere mostrar como las personas han reducido la vida a aquello que solamente es útil y lo que es inútil es despreciado y considerado poco serio. Esta es la razón por la que la gente mayor sólo ve un sombrero donde el  aviador en su niñez había dibujado un elefante dentro de una boa, ya que a medida que se crece se ven las cosas pero se va dejando  de ver el significado de las mismas.

El libro no es una biografía, de hecho no se alude a ningún nombre, sino que se trata de una situación de crisis espiritual que sufren muchas personas de nuestro tiempo. En último término, el aviador representa al hombre contemporáneo que se da cuenta de que la vida no va como debería, que carece de sentido y entra en crisis: hay una avería en el motor y cae al desierto, símbolo  de esa soledad interior. La vida se ha visto reducida a unos valores utilitaristas pero estos no llenan al hombre. Esto se ve en que el aviador reconoce tener muchos contactos con otras personas pero vive solo, demostrando que las relaciones humanas quedan en un plano superficial, carente de intimidad, de modo que el éxito social queda reducido a mera técnica y es compatible con no tener ningún amigo con quien hablar de verdad. Así, las personas mayores viven aisladas y sólo se preocupan de aquello que consideran serio. Hay que reconocer que lo útil sirve, ciertamente, pero es útil para lo que sirve y para nada más.

La sociedad está marcada, por tanto, por un fuerte reductivismo. A las personas solo les importa los números pero el problema no es que consideren los números, el problema real es que no van más allá: no ven un elefante en una boa, no ven un cordero en una caja. Se ha dejado de ver la belleza de las cosas y se cae en convencionalismos vacios de sentido (creer el descubrimiento del astrónomo turco por la ropa que lleva no es serio, es vergonzoso).

El Principito enseñará al aviador que el hombre está llamado a trascender lo útil, lo material, a llevar una vida plena de sentido. Los filósofos griegos se dieron cuenta de que el hombre es un ser social por naturaleza y el hombre se hace en función de esas relaciones que establece con otras personas y con la realidad que le rodea. Pero el joven príncipe le advertirá de que no podemos establecer cualquier relación: sólo aquella que se base realmente en el amor estará llena de sentido. Esta es la vida verdadera y feliz que llena al hombre y a la que el Principito tratará de guiar al aviador.

Por todo lo anterior, se hace especial hincapié en que  los seres humanos somos libres y como la libertad es real podemos equivocarnos al elegir nuestras vidas. Hay una pequeña introducción al tema cuando al Principito le parece ridícula la idea de atar al cordero. En ese momento se está haciendo referencia a la libertad exterior, es decir, a la ausencia de coacción, que podemos hacer cosas sin ser presionados. Pero el Principito afirma que así “no se puede llegar muy lejos”. Un ejemplo claro es el adicto al tabaco: tiene libertad para coger el cigarro, encenderlo y fumar, pero en el fondo es un esclavo, sus acciones están determinadas desde el interior. Existe de este modo una libertad, importante, que es la exterior, pero también una libertad mucho más profunda y específicamente humana que es de donde surgen las acciones, el modo de ser, lo que somos cada uno. El aviador, anclado al mundo útil solamente ve la libertad exterior mientras que el Principito le hará ver que la que toma las decisiones es la interior.

El hecho de que nosotros nos configuramos por nuestra libertad se hace presente en el día a día del  Principito cuando hace las tareas del hogar. Se hace aquí una referencia al bien y al mal que existe en el interior de todas las personas pero al mismo tiempo nos muestra que podemos elegir que parte deseamos potenciar. Las semillas brotan de la tierra al igual que el bien y el mal brotan de la naturaleza humana. Los actos libres del hombre surgen de su interioridad pero nadie nace buena persona o mala persona. Las semillas están ahí, son el carácter de cada uno, y eso no lo podemos cambiar pero sobre lo que sí podemos actuar es sobre los arbusto, sobre los hábitos. Los actos de manera continuada crean hábitos y los hay buenos y malos. Hemos dicho que son como los arbustos, cuando surgen  si son buenos los dejamos pero si son malos hay que cortarlos porque si los dejamos crecer formarán terribles baobabs que destruirán el planeta. Entonces la vuelta atrás será ya muy difícil y ya habremos configurado nuestra personalidad. De este modo  se nos quiere advertir que no sólo decidimos nuestros actos particulares sino toda nuestra personalidad. Una persona desagradable si sonríe un día no dejará de ser desagradable, pero si práctica sonreír continuamente creará el hábito hasta que configure una personalidad amable. Decidir algo es decidir-se. Todas las personas podemos mejorar, pero también es importante saber que podemos empeorar. Por eso se advierte: “¡Niños, atención a los baobabs!”

Este es el primer tema importante del libro: el hombre está llamado a una vida plena y para ello posee su inteligencia y su libertad. Resolver un problema es útil, evidentemente, permite seguir viviendo cómodamente, pero lo realmente importante es saber por qué se vive.

En la obra se representa con cada planeta el alma de las personas. Podríamos decir que cada persona es un mundo. El mundo del Principito representa la niñez: es un mundo pequeño, libre, lleno de ilusión pero no necesariamente es un mundo fácil: como hemos dicho hay que cortar los arbustos malos. La razón por la que el Principito decide viajar a otros lugares es la aparición de una hermosa flor en su planeta. La rosa representa la persona amada  y representa uno de los tipos de relación del hombre. Las personas somos lo que somos porque nos relacionamos con otras, de ahí la importancia de hacerlo correctamente. El Principito acabará echándose la culpa así mismo: “era demasiado joven para saber amarla”. Es importante la diferencia entre hacer algo y saber hacerlo. El Principito amaba a la flor pero no sabía cómo hacerlo. Por tanto, lo que nos quiere decir Saint-Exupéry es que todos debemos aprender a amar a los demás y para ello hay que madurar. Por ello el Principito decide salir de la niñez a madurar.

Los primeros planetas que visita son modos de ser de las personas mayores, modos de ser puros que, a pesar de ser irreales porque no hay gente con un carácter puro, existen tendencias dominantes. Así, primero visita a un rey razonable que representa la relación de dominio. Esta interacción se da en muchas situaciones: gobierno-ciudadanos, padre-hijo, empresario-empleado, profesor-alumno.  Pero se muestra desde el error de la concepción de la gente mayor: el que manda, aunque sean razonables sus órdenes, no debe basar su mandato en la simple autoridad sino en el amor. Si el gobierno prohíbe comer jamón durante un mes, lo puede hacer por su autoridad, pero si lo hace porque resulta que se ha visto que todos los jamones del país están contaminados, lo hace desde una relación de ayuda al otro: el que tiene el poder se convierte de esta manera en servidor.

En segundo lugar visita a un vanidoso que para él todos son admiradores. El vanidoso tiene un aspecto positivo, quiere relacionarse con los demás, pero al igual que el rey, lo hace de un modo erróneo. El vanidoso escucha a los otros, pero sólo aquello que es positivo y no lo negativo. Esto impide la maduración porque la única forma de madurar es agradecer que los demás te critiquen constructivamente para crecer como persona pero el vanidoso ya se cree perfecto por lo que le es imposible madurar: ha quedado atrapado en sí mismo.

En tercer lugar aparece el bebedor que representa a las personas que han basado su vida únicamente en el placer. El placer no es algo malo, de hecho, sirve de apoyo al hombre. Si una persona posee empatía y sufre de los dolores ajenos tendrá una tendencia a ser buena persona. Del mismo modo que una persona goza con la alegría del otro tiene una razón para apreciar a los demás. El problema viene cuando el hombre únicamente busca el placer, es decir, la consecuencia de la acción. Cuando hacemos las cosas no porque estén bien sino porque buscamos sentirnos bien estamos entrando en un terreno peligroso en el que la necesidad de placer aumenta hasta ser enfermizo.  Por tanto, quien busca exclusivamente el placer se ha buscado únicamente a sí mismo dejando a los demás de lado. Y el único responsable de la situación es uno mismo, de ahí la necesidad de utilizar correctamente la libertad.

A continuación nos detendremos en un  tema realmente importante y recurrente en El Principito: los medios y los fines. El pequeño príncipe visita al cuarto personaje que es un hombre de negocios muy trabajador pero su problema es que trabaja demasiado y ya no valora nada más. No trabaja para vivir sino que vive para trabajar. Muchas personas olvidan que el fin es vivir y que trabajar para obtener riqueza es un medio. Este tipo de persona le ha dado la vuelta. El dinero no tiene valor en sí, sino que es el medio para conseguir un libro o comida.

Este error en la concepción de los medios y los fines se vuelve a ver en el personaje del quinto planeta: el farolero. El farolero sigue una consigna, una norma, como puede suceder en cualquier institución: las familias comen a una hora, hay elecciones cada cuatro años al parlamento, ir a misa los domingos para los cristianos. Las consignas tienen un sentido que es hacer que las personas mejoren, maduren. El problema es cuando la consigna deja de ser razonable o la persona ha olvidado el sentido de las normas pero lo hace por rutina, es decir, renuncia a guiar su propia vida. De este modo, las instituciones dejarían de ser el medio para ayudar al fin que son las personas. Es el caso de una persona que paga siempre el club de lectores pero nunca va.

En la Tierra el Principito conoce a un guardavías. Para él todas las personas son iguales. No hay individuos, solo grupos, colectivos. Es cierto que toda persona necesita sentirse parte de algo, pero el problema es cuando el hombre pierde su personalidad. Aquí se vuelve a repetir la idea de que guiar tu propia vida cuesta esfuerzo y muchas veces por cansancio el ser humano acaba renunciando a su libertad y dejándose llevar. Y esto es malo porque acabamos siendo réplicas y la sociedad impone unos protocolos que nadie cuestiona, y puede que no estén bien. Nadie está contento donde está pero tampoco se busca nada de tal manera que el ser humano queda atrapado. Esta es la razón por la que mucha gente huye de su vida y se refugia en el trabajo: nunca hay  tiempo de esta manera para pensar cómo van las cosas.

Esta situación no es nueva. El sistema económico que se instauró con el nacimiento del comercio y del futuro capitalismo concebía al hombre como un ser trabajador. Y esto tiene parte de verdad, el hombre es capaz de producir, de crear, pero se concibió al hombre no como un ser que trabaja para vivir un vida creativa, sino como un ser que descansa para poder seguir trabajando. Pero no un trabajo que se conciba como algo que hace crecer al ser humano sino como algo forzado, que hay que hacer porque obligan. Finalmente, esto desemboca en que lo que se valora no es la actividad misma del trabajo, sino el sueldo.

Este es un hecho importante porque profesiones como la de amo o ama de casa quedan despreciadas por carecer de honorarios.  Esta visión del trabajo es un error que hace que las personas queden vacías. El trabajo debe verse con un sentido. Una mujer que decida ser ama de casa es algo bonito. El valor de la actividad, de nuestro trabajo, depende más del resultado que se obtiene que de que se dé un sueldo. Un científico obtendrá medicamentos que salvarán a miles de persona y una ama de casa conseguirá que sus hijos sean maduros, y el que se dedica al hogar no recibe dinero y el que se dedica a la ciencia tampoco demasiado, pero son oficios realmente importantes que ayudan a otras personas.

Se ha hablado hasta ahora de que el hombre se configura en relación con las demás personas y para ello debe hacer un buen uso de su libertad. Se ha visto que muchas personas carecen del sentido de la vida porque se encierran en ellas mismas o no distinguen entre medios y fines. El tema principal sigue siendo la búsqueda del sentido de la vida, la búsqueda de lo esencial y valioso frente a lo meramente útil. Por eso, la última cuestión que trataremos será la sabiduría de la vida –ciencia, razón y espíritu- para terminar con esa llamada a la plenitud.

El sexto planeta y anterior a la Tierra es el del geógrafo, que representa la sabiduría. Al Principito le parece un planeta majestuoso, es un mundo realmente grande.  El sabio describe el método científico: los exploradores o los investigadores describen sus descubrimientos y para ello deben aportar pruebas. Sólo se registra lo eterno y se desprecia lo efímero. Se consigue de este modo la objetividad y la rigurosidad de los argumentos. Este tipo de conocimiento ha permitido un gran desarrollo en el mundo, esto es innegable. Pero muchas veces queda despreciado aquello que no es conocimiento científico: la filosofía, el arte, lo social,… Pero debemos darnos cuenta de que la ciencia está limitada: ¿acaso un científico conoce realmente la vida simplemente conociendo los compuestos y reacciones que se dan en el cuerpo humano? Hay otras formas de razonar y de conocimiento tan válidas como la ciencia y muchas veces más importantes: un sabio no es aquel que sabe mucho de geografía o de biología sino aquel que sabe de lo más importante, que es la vida: saber vivir.

Cuando llega a la Tierra el Principito se encuentra con la serpiente. Habla en enigmas pero dice que también resuelve todos. Aquí la serpiente representa la  sabiduría de la razón. Cuando los niños crecen desarrollan la razón y con ella el descubrimiento del bien y del mal. Saber lo que está bien y está mal no es malo, pero es un paso importante: ahora debemos elegir, somos responsables. Este capítulo hace referencia a la Biblia cuando Adán y Eva comen del Árbol del Conocimiento. La infancia representa, de este modo, el Paraíso perdido, la pérdida de la ingenuidad.

Más tarde, el Principito observará que existen otras rosas como la suya. Se dará cuenta de que hay otras mujeres como la que él consideraba especial y se siente engañado. Esto ocurre en mucha relaciones: las personas acabamos acostumbrándonos a lo bueno del contacto con otras y acabamos viendo sólo los aspectos negativos. La pérdida de la infancia y el desprecio a su ser querido acabará haciendo llorar al Principito: se hunde su existencia.

Por suerte aparecerá el zorro, imagen de la sabiduría del espíritu. El Principito está triste y el zorro aburrido y la solución es que ambos puedan jugar para estar alegres y divertidos. Sin embargo, el zorro le advierte: “no puedo jugar contigo, no estoy domesticado… Domesticar significa crea lazos”. La verdadera alegría surge cuando se tienen amigos. Pero hacer amigos no es fácil, requiere perder mucho tiempo.

El zorro le habla al Principito de la necesidad de las ceremonias, de los ritos. Un rito no es algo meramente superficial sino que permite mostrar lo importante de la vida, que algo se celebra por un sentido. Si nos olvidamos del verdadero significado de las ceremonias se volverán aburridas (recordar el sentido de las consignas en las instituciones), olvidando que se celebra. Incluso podría verse como una imposición. Un cumpleaños podría verse como una mera convección social, pero este ritual expresa algo profundo: la alegría de tu llegada al mundo. La tarta del cumpleaños puede ser inútil pero en esos momentos no hay nada más valioso.

El zorro le regalará un secreto al Principito: “lo que hace importante a tu rosa es el tiempo que tú has perdido con ella… Sólo con el corazón se puede ver bien. Lo esencial es invisible a los  ojos”. Cuando una persona pierde el tiempo sin hacer nada es simplemente un vago. Pero perder el tiempo por algo o por alguien no es desperdiciarlo es ofrecerlo, dedicarlo. Lo que hace importante a un amigo o a un familiar, no es que no existan otras personas, porque personas existen muchas, pero lo que las hace importantes y únicas es el hecho de haber establecido esa relación de intimidad, ese compartir parte de lo importante de tu vida con otra persona. Lo que verdaderamente nos hace grandes a los hombres no es el recibir, sino el dar y esta es la verdadera vida con sentido.

El aviador aprende todas estas cosas de su compañero en el desierto pero reclama un poco de realismo: todo eso está muy bien, pero no hay agua y se van a morir de sed. Pero el Principito también tiene sed y propone buscar un pozo. Al aviador le parece una solución estúpida, porque es muy difícil encontrar un pozo en medio del desierto, pero para el que tiene esperanza es una solución válida. Aquí, se vuelve a representar el problema inicial: el hombre ha entrado en crisis, con la diferencia de que ahora ha descubierto muchas más cosas sobre la vida. Sin embargo, sigue encerrado en sí, sabe que está en el desierto pero no pone una solución. El Principito se la tiende: la esperanza es la que motiva la acción, la esperanza habla de que sea la situación que sea siempre puedo volver a formar parte del juego.

De esta manera el  aviador empieza a ver no sólo las cosas sino el sentido de las cosas: “ya se trate de una casa, de las estrellas o del desierto, lo que les embellece es invisible”. Como dijo el zorro: “sólo con el corazón se ve bien. Lo esencial es invisible a los ojos”. Ahora surge una mirada de amor al mundo, de comprensión. Está claro que hay que ver la realidad, no se puede dejar de ver los aspectos negativos, como la injusticia, pero ahora se ve algo más, las posibilidades de mejorar de las personas, de la belleza, de la ilusión de la vida.

El Principito y el aviador no son dos personas distintas. El desierto es el símbolo de la soledad humana y el Principito surge cuando uno se atreve a la soledad y habla consigo mismo. El hecho de que finalmente encuentren un pozo en medio del desierto significa que las personas no estamos solas. Las personas que no han conseguido salir de su plano reducido a lo útil no podrán tener amigos verdaderos, pero quien ha conseguido llegar al sentido de las cosas encontrará la mano amiga de otros. Saciada la sed, el piloto vuelve a arreglar su avión: una vez que hemos encontrado el sentido podemos volver al trabajo, pero ahora no se trata de sólo de trabajar sino del sentido que tiene ese trabajo.

Al final de la obra, cuando el piloto ha conseguido reparar el avión vuelve a donde se encontraba el joven ayudante. Se da cuenta de que está hablando con una serpiente: el Principito ha decidido volver a casa. El aviador ha terminado de arreglar el avión, puede salir del desierto, y el Principito ha cumplido con sus tareas en la Tierra: ahora ambos deben regresar a su lugar. Se trata de uno de los momentos más emotivos de la vida: la pérdida de la infancia.

El libro no nos dice en ningún momento que seamos niños. Una persona no puede comportarse de forma inmadura, ni hacer las cosas que hace un niño. Una persona infantil es una persona que no ha aprendido a madurar. Lo que se nos quiere decir es que no hay que matarla completamente. Ninguna persona olvida que fue antes un niño pero muchos olvidan lo que aquello significaba: ilusión, esperanza, libertad. Las personas que rompen la relación con la infancia rompen también con la vida plena. Saint-Exúpery nos está invitando a madurar pero no destruyendo la infancia, sino superándola, subiendo un escalón arriba. La esperanza de un niño es ingenua, un niño no sabe lo que está bien ni mal, necesita de sus padres para saberlo. El hombre mayor es realista pero debe mantener la ilusión del niño para poder tener proyección de futuro, para tener el sentido de la vida. Se trata de madurar, de superar la infancia pero conservar el sentido de la misma.

De este modo, el conocimiento racional de la serpiente mata al Principito pero sin ser algo terrible ni doloroso. La razón despierta la madurez, nos hace crecer. Perder la infancia significa perder una parte importante de nuestra vida pero la tristeza de perderla se convierte en la alegría de haberla vivido y surge la emoción de las nuevas posibilidades que nos ofrece la madurez: el conocimiento del bien, la donación del amor, la verdadera amistad… Quien supera la infancia conservando sus valores encontrará siempre ilusión, fuerza y un sentido maravilloso a su existencia.

Bibliografía:


http://comunidad-escolar.cnice.mec.es/669/princip.html


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