Introducción:
Dicen que el hombre ha sido víctima de tres ofensas imperdonables a lo largo de la Historia: tres estocadas que han dejado en su orgullo heridas que, para algunos, permanecen hoy abiertas. En primer lugar, Copérnico y Galileo lo desplazaron del centro del Universo defendiendo un modelo heliocéntrico para la estructura de éste. Después, llegó Darwin para relacionarlo estrechamente con el mono, definiéndolo como un primate cuyo origen coincide con el de los demás seres vivos. Por último, Freud se sumó a la escabechina destruyendo el halo de magia que existía en torno al funcionamiento de la mente humana mediante sus teorías sobre el subconsciente, con las cuales, por si el Darwinismo no había ofendido lo suficiente, sitúa la base del comportamiento humano en lo instintivo, igualándolo en este aspecto a todos los animales.
Dicen que el hombre ha sido víctima de tres ofensas imperdonables a lo largo de la Historia: tres estocadas que han dejado en su orgullo heridas que, para algunos, permanecen hoy abiertas. En primer lugar, Copérnico y Galileo lo desplazaron del centro del Universo defendiendo un modelo heliocéntrico para la estructura de éste. Después, llegó Darwin para relacionarlo estrechamente con el mono, definiéndolo como un primate cuyo origen coincide con el de los demás seres vivos. Por último, Freud se sumó a la escabechina destruyendo el halo de magia que existía en torno al funcionamiento de la mente humana mediante sus teorías sobre el subconsciente, con las cuales, por si el Darwinismo no había ofendido lo suficiente, sitúa la base del comportamiento humano en lo instintivo, igualándolo en este aspecto a todos los animales.
A pesar de que Freud expusiera sus teorías hace más de un siglo, el impulso que supusieron para la investigación sobre le cerebro se mantiene con la misma energía que cuando éstas salieron a la luz, o incluso con más. Así, se han producido múltiples avances en campos como la neurología, la psiquiatría o la bioquímica que van desentrañando los mecanismos por los que nos regimos, continuando con la destrucción de mitos en torno al ser humano, cuyos actos, pensamientos y emociones empiezan a considerarse dependientes por completo de procesos nerviosos y hormonales concretos y reproducibles en un laboratorio. Es el ejemplo que nos ofrece Larry Young, profesor de la "Emory University" de Atlanta (Georgia) que, en un artículo publicado por la revista "Nature" en enero de 2009, afirmaba poseer una solución para no enamorarse, tras concluir que en el proceso de enamoramiento sólo se necesitan las hormonas adecuadas en la cantidad oportuna.
Una solución que podría poner fin tanto a la búsqueda de la ansiada pócima amorosa como a los ríos de tinta y de música inspirados por este misterio y que nos hace plantearnos inquietantes preguntas: ¿están nuestras acciones encaminadas exclusivamente a cumplir un programa de conservación de la especie?¿Hasta qué punto somos dueños de nuestros actos?¿Pueden controlarse nuestros sentimientos, al igual que se controla un resfriado, con una combinación adecuada de sustancias químicas?
En definitiva, ¿hay en cada uno de nosotros algo único y que no se rija por una ley externa, o somos meras "máquinas" biológicas cuyos engranajes están siendo por fin descubiertos?