Gracias a la biología y a las ciencias en general hemos sido capaces
de comprender muchos procesos que se dan en la naturaleza, lo que nos ha
permitido curar enfermedades, alargar la vida y mejorar su calidad,
descontaminar agua con bacterias, obtener mejoras en animales y plantas
mediante ingeniería genética, etc. Todo el mundo puede ver los beneficios que ha traido la ciencia cuando ha sido aplicada en toda la tecnología de nuestro tiempo (ninguna sociedad había tenido tantos medios). Sin embargo, la ciencia como tal sigue siendo algo desconocido para la mayor parte de la población: todos sabemos como encender la tele y qué es, pero no la base de su funcionamiento que consiste en un acelerador de partículas. Así, ante el vacio de conocimiento surge la imaginación y el misticismo.
Una situación que muestra claramente este hecho se trata del momento en que una persona observa el movimiento de una bacteria al microscopio o en un reportaje. Aquellos diminutos seres saben hacia donde dirigirse para obtener alimento, saben
resistir al mal tiempo con esporas,... parecen inteligentes. ¿Cómo lo hacen? A simple vista no parece que tengan cerebro... si es que cabría en una sola célula. Aristóteles hablaba de que la vida es automovimiento, y el principio rector no es otro que el alma. ¿Cabe la posibilidad de que
la bacteria tenga un alma que empuje a su pequeño cuerpo? Tras muchos años de ciencia, la microbiología nos deslumbra con otro interesante hallazgo.
Una bacteria
puede medir alrededor de 3 micrometros (1 mm = 1000 micrometros).
Imaginemos el caso de una de ellas del tipo bacilo (con forma alargada) y
con flagelación monotrica polar (un flagelo en un extremo). Este
flagelo al girar en contra del sentido de las agujas del reloj hace que
la bacteria avance hacia delante pero si gira en sentido de las agujas
del reloj la bacteria da una voltereta. ¿Cómo es controlado este
flagelo? En la bacteria suele haber la misma cantidad de proteína X
fosforilada que no fosforilada (no importa el nombre, sólo queremos una
visión general del proceso). De este modo, el flagelo gira en un sentido
si a un receptor del interior de la bacteria se une la proteína X
fosforilada y gira en el otro sentido si se une la molécula no
fosforilada. Así, las bacterias tienen un movimiento errático y realiza
carrera cortas seguidas de una voltereta y otra carrera de forma
sucesiva.
Figura 1. Movimiento bacteriano
Bacteria
con flagelación polar. El flagelo aparece de color rojo y le permite
impulsarse; en rosa el receptor del flagelo; en azul la proteína X que
se une al receptor del flagelo; en azul y con un fosfato unido de color
marrón la proteína X fosforilada.
Se representan las dos
posibilidades: en la parte superior cuando al receptor se une la
proteína fosforilada lo que provoca que el flagelo gire en un sentido;
en la parte inferior cuando interacciona con la molécula desfosforilada
lo que provoca que el flagelo gire en otro sentido. Las moléculas que
interaccionan con el receptor están continuamente uniendose e
intercambiandose con otras.
Entonces,
¿cómo es capaz una bacteria de acercarse a las sustancias que le
interesan? Los microoganismos tienen receptores en su superficie para
las sustancias a las que se deben acercar o de las que se deben alejar.
Cuando una sustancia beneficiosa se une al receptor externo, este cambia
de conformación (cambia de forma) lo que empuja a otra molécula y esta
empujara a otras y así sucesivamente desencadenando una respuesta (esto
se llama "cascada de señalización": ver http://www.youtube.com/watch?v=qybUFnY7Y8w).
El último paso de esta "cascada" de moléculas que se activan y
desactivan unas a otras es la fosforilación o desfosforilación de la
antes mencionada proteína X de tal manera que conseguiremos que ante una
sustancia beneficiosa la bacteria haga carreras más largas hacia ella y
que de volteretas cuando se aleje de ella para que vuelva a
encarrilarse en la dirección adecuada.
Figura 2. Cascada de señalización
1)
En azul oscuro aparece el receptor externo para sustancias del entorno
(la sustancia se representa en verde). Cuando el receptor se encuentra
libre tiene una forma que une a una proteína quinasa en rojo (quinasa =
que fosforila otras proteínas).
2) Cuando al receptor se le une una
sustancia del medio que reconoce, el receptor cambia de forma y la
proteína quinasa ya no puede unirse a él.
3) Esta proteína roja va a fosforilar a la proteína marrón que al unirle un grupo fosfato va a cambiar de forma.
4)
La proteína marrón es otra quinasa. Ésta estaba retenida por una
proteína morada, pero al ser fosforilada cambia de forma y ya no puede
ser inhibida por la otra.
5) En las células hay muchas quinasas pero
reconocen diferentes moléculas (diferentes sustratos). La quinasa
marrón va a reconocer y fosforilar a la ya mencionada proteína X en
azul. Así, la concentración de proteína X fosforilada será mayor que la
desfosforilada.
6) El receptor rosa puede unir la proteína X
fosforilada o no, pero si hay mayor concentración de una forma que de la
otra tenderá a unir preferentemente a las moléculas que se encuentren
en mayor cantidad, de tal manera que el flagelo girará en mayor medida
en un sentido.
Figura 3. Quimiotaxia en bacterias.
Movimiento de las bacterias (quimiotaxia = se guían por sustancias químicas):
a) En ausencia de atrayente: carreras cortas y volteretas
b) En presencia de atrayente: carreras más largas (el flagelo gira preferentemente en un sentido)
De
este modo podemos concluir que las bacterias no es que posean un alma
inmaterial que les diga hacia donde ir aunque a priori nos lo pueda
parecer, sino que existen unos receptores sensoriales que hacen que la
bacteria lleve a cabo una conducta u otra. La bacteria es como una
máquina: ante un estímulo (sustancia) la bacteria responde yendo hacia
ella (si es beneficiosa) o alejándose (si es maligna).
Lo esencial es invisible a los ojos. Blog de filosofia, ciencia, tecnología, historia y cultura en general.
Bienvenido querido lector
Querido lector:
Queremos, en primer lugar, darle las gracias. Gracias por entrar en un blog abierto a la cultura, al conocimiento y al debate, porque cada día somos menos los que nos enfrentamos a los problemas con capacidad crítica y con reflexión; gracias por no encerrarse en sí mismo, en sus opiniones como verdad absoluta en esta Generación del Yo (egoista, intolerante) en la que vivimos y de compartir visiones y diálogo con otras opiniones; gracias por creer que la experiencia de la realidad, lejos de ser una fuerza maligna que se opone a nuestra felicidad, es el contenido más genuino de la vida. Porque, si en la vida no hubiera que esforzarse, nada tendría sentido. Gracias, por tanto, por compartir con nosotros esta experiencia.
Le Procope, semilla del pensamiento
Fundado en 1686 por el siciliano Francesco Procopio Dei Coitelli, el Procope fue pionero por introducir en la sociedad de París una bebida traída desde Oriente: el café. Pero el gran mérito del establecimiento no fue la introducción de tan popular brebaje, sino que el café más antiguo de Francia pasó a convertirse, como no podía ser de otro modo, en el caldo de cultivo de importantes charlas y debates intelectuales: la tertulia.
El Procope se convirtió en punto de reunión de grandes pensadores de la época: Rousseau, Voltaire, Diderot, Robespierre, Marat, d'Alembert... convirtiéndose en la cuna de las ideas de la Ilustración y de la futura Revolución Francesa. El siglo XVIII se llamó Siglo de las Luces, ya que se instaba al individuo al uso de la razón para salir de las tinieblas de la ignorancia: el lema era "atrévete a saber".
Los pensadores de la Ilustración sostenían que la razón humana podía combatir la ignorancia, la superstición y la tiranía, y construir un mundo mejor. Ideas como la separación de poderes, el sufragio universal o el progreso técnico y científico empezaron a circular por las mentes ilustradas con la idea de conseguir el último fin humano: la felicidad.
El objetivo de este blog es similar: estimular al hombre a aprender, a estudiar, a pensar por sí mismo, a usar la razón para no caer en el discurso de la ignorancia. Porque en una sociedad tan necesitada como la de nuestros días, no podemos girar la cabeza y acomodarnos en la felicidad aparente del desconocimiento. Porque la única manera de llevar a cabo una vida plena consiste en el esfuerzo por conseguir objetivos ambiciosos. Porque nuestras mayores alegrías vienen de esforzarnos por superar las dificultades de la realidad.
He aquí la razón por la que hacemos honor a tan magnífico lugar: el café Procope, protagonista en la historia de las ideas.
Queremos, en primer lugar, darle las gracias. Gracias por entrar en un blog abierto a la cultura, al conocimiento y al debate, porque cada día somos menos los que nos enfrentamos a los problemas con capacidad crítica y con reflexión; gracias por no encerrarse en sí mismo, en sus opiniones como verdad absoluta en esta Generación del Yo (egoista, intolerante) en la que vivimos y de compartir visiones y diálogo con otras opiniones; gracias por creer que la experiencia de la realidad, lejos de ser una fuerza maligna que se opone a nuestra felicidad, es el contenido más genuino de la vida. Porque, si en la vida no hubiera que esforzarse, nada tendría sentido. Gracias, por tanto, por compartir con nosotros esta experiencia.
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Fundado en 1686 por el siciliano Francesco Procopio Dei Coitelli, el Procope fue pionero por introducir en la sociedad de París una bebida traída desde Oriente: el café. Pero el gran mérito del establecimiento no fue la introducción de tan popular brebaje, sino que el café más antiguo de Francia pasó a convertirse, como no podía ser de otro modo, en el caldo de cultivo de importantes charlas y debates intelectuales: la tertulia.
El Procope se convirtió en punto de reunión de grandes pensadores de la época: Rousseau, Voltaire, Diderot, Robespierre, Marat, d'Alembert... convirtiéndose en la cuna de las ideas de la Ilustración y de la futura Revolución Francesa. El siglo XVIII se llamó Siglo de las Luces, ya que se instaba al individuo al uso de la razón para salir de las tinieblas de la ignorancia: el lema era "atrévete a saber".
Los pensadores de la Ilustración sostenían que la razón humana podía combatir la ignorancia, la superstición y la tiranía, y construir un mundo mejor. Ideas como la separación de poderes, el sufragio universal o el progreso técnico y científico empezaron a circular por las mentes ilustradas con la idea de conseguir el último fin humano: la felicidad.
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muy bueno el resumen! tiene todo lo esencial para entender el movimiento de las bacterias
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